viernes, 8 de abril de 2011

Y entonces la vida...


París, mi carrera, mis amigos…y la deglución
Mariana, Miguel, el diseño….y los doctores
Daniela, su inocencia, su adultez…y los estudios
La vida…y ahora todo esto….¿o es al revés?
Todo va bien…y entonces la vida…

No sé si es la primavera...

“I really don’t think it gets any better than this” – The Cure

Recientemente me he descubierto sonriente, agradecida, entusiasmada, alegre…quizás sea la primavera.  Todos los días que me levanto, estoy convencida de que estoy viviendo una de las etapas más padres y enriquecedoras de mi vida. Increíblemente, tuvieron que pasar casi dos años de venirme a vivir al DF para poder decir completamente convencida: de aquí soy. Por uno u otro motivo, este semestre he ido realmente poco a Puebla, sin embargo estoy muy feliz. Cuando voy, voy con todas las ganas y la disposición de estar con mi familia y amigos de allá. Cuando me quedo, sea por exámenes, sea por otros planes, me quedo convencida de que aquí tengo que estar.

Cada momento de convivencia con mis amigos ñoños itamitas es una bendición. Compartir con gente con intereses y mentalidades tan distintas,  y a la vez tan iguales, realmente enriquece. Darte cuenta de que esas personas, aunque quizás no sean (y quizás los amigos de la universidad nunca lo son) tan cercanos –me refiero a andar como uña y mugre para todos lados-- como los amigos de la prepa, te aprecian sinceramente y están dispuestos a apoyarte y acompañarte realmente no tiene comparación. Me he dado cuenta que los amigos en esta etapa ayudan a crecer en una forma muy distinta pero igualmente disfrutable que en la prepa. En la prepa hay un crecimiento parejo, acompasado, por lo que se comparten experiencias “más iguales”. Además de que hay más tiempo de convivencia meramente de diversión: salidas, fiestas, viajes. Una vez formadas esas amistades, gente que creció contigo, se forma una especie de familia extendida. Vuelves a ver a esas personas, cada quien tiene su rumbo, pero creciste con esa persona, la cercanía ya no se pierde. 

Al llegar a la universidad, cada quién está buscando su rumbo, literalmente construyendo lo que va a ser su vida. A pesar de estudiar la misma carrera, el plan de vida de cada uno es completamente distinto. Empieza a despertar en cada uno una vocación distinta. Crecemos juntos pero ahora sí hacia rumbos distintos.  Esas amistades se vuelven entonces un acompañamiento: mismas clases, a veces mismas conferencias o grupos, pero caminos diferentes. Te enriqueces en esa diversidad. Conoces al otro ya perfilado hacia lo que quiere que sea su vida, respetas eso, entiendes eso y aprendes de eso. Precisamente por esa divergencia (o tal vez porque nos explotan en el ITAM, o tal vez ambas), ya no se puede coincidir tanto, cada quien toma su rumbo. Sin embargo, en ocasiones nos cruzamos, y cada ocasión de esas es una experiencia de vida.

Ando muy entusiasmada, no sé si es la primavera…